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LORD MACAULAY.
t odos los papistas que se atreviesen á abrazar la causa
<lel Rey con venganzas extrañas á los usos de las
naciones cristianas y civilizadas. Se 1es
ataría no
como soldados ó caballeros, sino- como bandidos. La
ferocidad y licencia del ejército invai;or, contenidas
basta aquí con mano fuerte, podrían satisfacerse sin
Ja menor traba en los católicos: Los buenos protes–
tantes, y especialmente los que habitaban 1a ·capital,
eran
conj~rados
por cuanto tuviesen de más caro, y
se les
orde~ba,
so pena de incurrir en el desagrado
del Príncipe, á coger, desarmar y reducirá prisión
á
sus vecinos católicos. Dícese que este libelo fué en–
contrado una mañana debajo de la puerta de su tienda
por un librerp whig-, el cual se apresuró
á
imprimir–
lo, enviándose muchos ejemplares por el correo, y
pasando rápidamente de mano en mano. Las personas
discretas lo declararon, sin vacilar, impostura ima–
gin!Lda por algún aventurero
revolto~o
y sin prin–
cipios, de esos que en tiempos turbulentos se en–
cuentran siempre en el fango de Jos partidos. Pero
la multitud se dejó coger en el lazo . Es cierto que
hasta tal punto
Sf}
había excitad.o el sentimiento
nacional y religioso contra los papistas irl andeses,
que la mayor parte de los que creían auténtica la
fin gida proclama, la encontraban digna de aplau–
so, considerándola demostración oportuna de rigor
y
energía. Cuando se supo que niug·ún documento se–
mejante había salido de manos de Guillermo, todos
trataron de averiguar con el mayor inte1·és quién era
el impostor que con tan g ran átrevimiento y fortuna
babia tomado el nombre de S. A. Sospechaban unos
que era Ferguson, mientras otros creían que fuése
.Johnson . Finalmente, después de haber trascurrido
veintisiete años, Speke declaró ser autor de la impos–
tura, 'solicitando de Ja casa de Brunswick recom-