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LORD MACAULAY.
Gran Sello de un Rey, con asentimiento de Lores y
Comunes,
y
con la aprobación de muy ilustres esta–
distas y abogados, para trasmitir el poder real á su
hijo. A fin de que el talismán que poseia poder tan
formida1le no fuese empleado en su daño, resolvió
Jacobo que se guardase
á
muy co rta distancia de su
g·abinete. Así, pues, Jeffreys recibió orden de dejar
el espléndido palacio que recientemente había he–
cho construir en Duke-Street, y venir
á
vivirá una
pequeña habitación de Whitehall
(1).
Ya lo tanía el
Rey preparado to<lo vara la fuga, cuando un obs–
táculo inesperado le obligó
á
aplazar la ejecución de
su designio. Los agentes que tenía en Portsmouth em–
pezaron á mostrar ciertos escrúpulos, y hasta Dover,
no obstante pertenecer á la Cábala jesuítica, pare··
cía vacilar. Menos dispuesto aún estaba Dartmouth
á
cumplir los reales deseos. Hasta aquí habíase man -
tenido fiel al trono y había'.hecho cuanto
estuvii:~ra
en
su mano, con una escuadra poco afecta y viento con–
trario, para impedir que los Holandeses desembarca–
sen en Inglaterra; pero era celoso partidario de la
~glesia
anglicana, y en modo alguno amigo de la
políti<;a·de aquel Gobierno al cual se creía ol?ligado,
por deber y honor, á defender. La mala voluntad que
había advel'tido en los oficiales y soldados
á
sus órde–
nes le había causado gran inquietud, que disipó en _
gran parte la noticia de haberse convocado un Par–
lamento libre y de haberse nombrado comisarios
para tratar con el Príncipe de Orange. Grande fué la
alegría en toda la escuadra, y en el navío Almirante
se redactó una felicitación agradeciendo calurosa–
mente al Rey las concesiones que se había dignado
hacer
á
la opinión pública. Firmaba primero el Al-
{l)
Diario de Luttrell.