REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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los males que afligían á la nación, sin esperar que tal
remedio fuera exigido por las Cámaras
ó
por el cau–
dillo del ejército enemigo. Nottiugbam, en lenguaje
igualmente respetuoso, declaró estar conforme con
Halifax. Tres eran las principales concesiones que
los Lores trataban de alcanzar del Rey. Decíanle que
debía inmediatamente destituirá totlos los católicos,
separarse por completo de Francia
y
conceder am–
plia amnistía á los que estaban en armas contra él.
La última proposición no parec,ia siquiera discutible,
pues aunque algunos de los que se habían levantado
contra el Rey se hubiesen portado de una manera que
justamente excitase su resentimiento, era más pro–
bable que antes de mucho estuviera él á merced de
ellos que no ello
á merced del Monarca. Hubiera
.ciido pueril abrir una negociación con Guillermo
y
sin embargo clamar venganza contra hombres
á
quienes Guillermo no pedía abandonar sín deshonra.
Pero el limitado entendimiento y carácter implaca–
ble de Jacobo se resistieron largo tiempo , c0ntra los
argumento de los que trataban de convencerle, que
hubiera sido discreto perdonar ofensas que no podía
castigar.
«No puedo,
exclamaba;
tengo que hacer alg'IÍAi
ejempla1·; Cliu1·cl1ill sobre todo; Ch:urcltilt
á
quien yo he ele–
vado tan alto.
El,
sólo
él
es cmtSa de todo esto. Él ha cor1·om–
pido mi ejé1·cito. Él l1a corrompido
á
mi !tija,
y
me hubiera
P'ltesto en manos del Príncipe de 01·ange á no habe1· sido
por la especial p1·ovidencia de Dios. Milores, mostráis ea;–
tm11o faterés
JJO?'
la satvación
de
los t1raidores,
y
al mismo
iiempo, ninguno de vosol1·os se ocupa de rt!i p1·opia seguridad.»
En respuesta á semejaute explosión de impotente có–
lera, los que le habían recomendado la amnistía le hi–
cieron presente, con profundo respeto pero con firme–
za, que un Príncipe atacado por enemigos poderosos ·
no puede hallar salvación sino en la conciliación ó en