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REVOLUCIÓN DE
INGLAT~RA.
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mirante, y seguían los nombres de treinta y ocho
capitanes. El mensajero que llevaba este documento
á
Whitehall, se cruzó en el camino con el que traía á
Portsmouth la orden de conducirá Francia inmedia–
tamente al Prín.cipe de Gales.
LXII.
NlÉGASE DARTl\lOUTH
Á
E YJAR EL PRÍNCIPE DE GALES
Á
!<'RANCIA .
Dartmouth vió con g ran p_csar y enojo que el Parla–
mento, la amnistía general, Ja neg·ocia.ción, no eran
otra cosa que un gran fraude urdido contra el pais, y
que se trataba de hacerl e cómplice de tal engaño. En
una carta patética y viril declaró haber llevado ya su
obediencia hasta el último punto donde podia llegar
un protestante y un inglés. Pero poner el presunto
heredero de la corona de lug"laterra en manos de
Luis XIV, equivalía
á
una trai ción
á
la Monarquia. La
nación, ya tan disgus tada del Soberano, se exaltaria
hasta el fren es\; pues una de dos , ó el Príncipe de
Gales no habla de volver nunca, ó volvería acompa–
ñado de un ejército francés.
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S. A. R. permanecía
en la Isla, lo peor que podía sucedel'le sería que lo·
educasen en las doctrinas de la Ig·Jesia nacional, y
todo súbdito leal debía desear que se le educase de
aquel modo. Dartmouth concluia declarando estar
dispuesto
á
aniesg,ar la vida en defensa del trono,
pero que no contribuiría, en modo alguno,
á
que el
Príncipe fuese trasportado
á
Francia
(1).
•
(1)
Seg irnda colección de doctimenlo
,
1688¡ véase
en
Dalrym–
ple la
Car ta de Dartmouth,
fechada
á
3 de dic. 168&. Clarke,
Vi da