kEVOLUCIÓ
DE lNGLATERRA.
321
presentada cuando se disponía
á
partir para alisbury.
Pediasele allí la convocación de un Parlamento libr ,
y
en aquellas circunstancias dijo que no había creido
conveniente acceder. Mas durante u ausencia se ha–
bían verificado g randes cambios. Había observado,
tambiéu, que n toda partes parecía el pueblo de–
seoso de que se reuniesen la
ámaras. Había, pues,
congregado
á
sus fieles Lore con ánimo de pedirl es
con ejo.
Reinó por algún. tiempo r, rofundo silencio, hasta
que Oxford, cuyo árbol genealógico no teuía rival en
antigüedad
y
espleudor, lo cual le daba una especi
>
de superioridad sobre los demá , dijo que, en su opi–
nión, los Lor s que habían firmado la petición
á
que
aludía
e'.
M. doblan ahora explicar su intento.
Estns palabras_ hicieron que
Roches~or
se levanta e.
Defendió la petición,
y
declaró que no veía más espe–
ranza para el trono ó para el país que un Parlamento.
o se atrevería
á
afirmar, dijo, que en extremidad
tan terrib!e. aun aquel roL1 edio fuese eficaz, pero no
podia proponer ningún otro. ñadió que sería conve–
niente abrir una negociación con el Principe de
Orange. Hablaron despu ·
Jeffreys y Godolphin
y
ambos declararon estar conformes con Rochoster.
Entonces se levantó Clarendon, y con asombro de
todos los que recordaban sus entusiastas protestas d
lealt&d y Ja agonía de vergüenza
y
tristeza en que le
habían sum ido, muy pocos días antes, las nuevas de
Ja deserción de su hijo , prnrrumpió en vehemente
invectivas contra la tiranía y el papismo.
«A
1tn
alto1·a,
decía,
S .
JrI.
llace O?'!Janizar en Lonc/;res un ?
0
egimiento en el
cual no se admite ningivn JJ1·otestante.-Bso no es ve1·dad,
»
gritó Jacobo, con voz agitada desde la cabecera do Ja
mesa. Clareudon insistió
y
sólo dejó tema tan desag·rn–
dable para elegir otro que lo era más todavía. Acusó
TOMO IV.
21