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LORD MACAULAY.
lanrig era teniente coronel del regimiento de Dun–
dee, banda más detestada por los wbigs que los
c01·de–
ros
de Kirke. Esta nueva calamidad fué anunciada al
Rey á la mañana siguiente. · Recibió la noticia cou
más tranquilidad de lo que se esperaba. El golpe que
había sufrido veinticuatro horas antes le babia pre–
parado para casi todos los desastres, y apenas era
posible irritarse sei'iamente porque el Príncipe Jorge,
que apenas era responsable de sus actos, hubiese ce–
dido á las artes de un tentador como Cburchill.
«/Qué!
dijo Jacobo ,
¿se 11a ido también Est-il-possible? Después de
.todo, un buen soldado 1111J;iera sido mayoi· pérdida»
(l). En
r ealidad, parece que por este ti empo toda la cólera
del Rey se hubiese concentrado, y no sin causa, en
una sola persona. Púsose en marcha para Londres,
respirando sólo venganza contra Cburcbill, y supo
á
u llegada un nuevo crimen del arcbiengañador. La
Princesa Ana había desaparecido algunas horas antes.
LVII .
FUGA DE LA PRINCESA ANA.
Ana, que no tenía otra voluntad que la de los Cbur–
c hills, babia sido inducida por éstos, una semana an–
tes,
á
escribir de su propio puño
á
Guillermo, aproban ·
do su empresa. AsegurábalE'. estar dispuesta
á
hacer
lo que quisieran sus amigos,
y
que permanecería en
Palacio
ó
se refugiarí a en la City, seg·ún ellos deter-
(l) Diari·Q
de Clarendon,
26 de noviembre; Clarke,
Vida de Ja–
colw,
tomo
u ,
224.
La
Carta del
Pr incipe
Jorge al Rey
ha sido im–
presa muchas veces.