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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

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estaban apostados sus regimi entos. Todo e taba pron–

to para llevar á cabo la traición tanto tiempo me–

ditada.

. burchill aconsejó al Rey visitar á Warminster y

revistar las tropas reunidas allí . Consin tió Jacobo, y

ya estaba su coche á la puer ta del palacio epi copal ,

cuando de pronto empezó á echar sangre con abun–

dancia por las narices . Vióse oblig ado á apl::izar su

expedición y

á

poner e en cura. Tres días trascurrie–

ron an tes que la bemorrag·ia. desapareciese por com–

pleto, y en aquellos tres días rumores alarmantes

llegaron á us oídos.

Era imposible que una con pi ración tan gTande

como la capitaneada por

hurchill, pudiera mante–

nerse completamente secreta. No había prueba que

pudiera

presei~tarse

ante un j urado ó un tril>unal

marcial, pero en todo el campo corrían los más ex–

traños rumore'S . :Feverham, que mandaba eu

j

fe,

refirió que en el ejército reinaba muy mal e píritu.

Indicó

al Rey que alguno de los que estaban cerca

de u persona no eran amigos s.uyos,

y

que ería sa–

bia precaución en-viar

a

hurchill

y

Grafton, con bue–

na g uardia,

á

Portsmouth. Jacobo e negó

á

seguir

tal cousejo. La suspicacia no figuraba entre su vicios,

y en ve rdad la confi anza que ponía en protesta de

fid elidad y adhesión parecía má propia de un man–

cebo inexperto

y

bondadoso que de un polí tico de

edad avanzada, que había corrido mucho y había te–

nido que ufrir grandes pe· ares producido por la mal–

daJ de los hombres,

y

cuyo carácter además, en modo

alguno daba idea muy favorabl e de la humana natu–

raleza. Sería difícil citar otro hombre que, siendo tan

poco escrupuloso en faltar

á

su palabra, diese crédito

tan difícilmente á que sus prójimos le faltasen

á

él.

in embargo, las noticias que babia recibido con re-