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LORD MACAULAY.

tar á ningún borobre discreto.;,Acaso era rebelarse,

de~

fender aquellas leyes y aquella relig·ión que todos los

Reyes de Inglaterra habían jurado mantener? La ma–

nera como últimamente se había ·cumplido tal jura–

mento era una cuestión que muy pronto, según se

esperaba, decidiría un Parlamento libre. En tanto, los

insurgentes declaraban que, al levantarsa, no incu–

rrían en el delito de rebelión, pues, era un acto de pro–

pia y legítima defensa resistir á un tirano que no co–

nocía más ley que su capricho. La insurrección del

Norte se hacía cad a día más formidable. Cuatro Con–

des ricos y poderosos, Manchester,

tamford, Rutland

y Ohesterfield, se encaminaron á

ottingham, donde

se les incorporó Lord Cholmondley y Lord Grey de

Ruthyn (l).

Durante todo este tiempo los ejércitos enemigo

del Mediodía se aproximaban el uno al otro. Cuando

el Príncipe de Orange supo que el Rey había ll egado

á Salisbury, consideró que ya era tiempo de salir de

Exeter. Puso á aquella ciudad y la comarca- que la

rodea bajo el gobierno de sir Eduardo Seymour, y el

miércoles. 21 de noviembre, se puso en marcha, es–

coltado por muchos de los más nobl es caballeros de

los Condados del Oeste, para' Axminster, donde per–

maneció algunos días.

El Rey estaba deseoso de combatir, y á sus inter eses

convenía mucho el hacerlo. Cada hora que pasaba le

privaba de alguna fuerza y aumentaba las de su con–

trario. Importaba mucho además que no se llegase á

delrramar angre.

na g ran batalla, cualquiera que

fue e su resultado, sería perjudicial á la popularidad

del Príncipe. Guillermo, que asi lo comprendía, de-

(l)

Cibber,

Apologia; Historia de la deserción; Diad o de Lut–

trell; egtm da coleccidn deáoct•mentos.

1688.