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LOR.D MACAULAY .
hubiera sido fácil formar varios batallones de infan–
tería. Pero Scbomberg, que confiaba muy poco en
soldados que acabasen de dejar el arado, sostenía que
si la expedición no triunfaba sin echar mano ·de se–
mejante recurso, no triunfaría de ningún modo,
y
Guillermo, que era tau celoso de la profesión militar
como Scb.omberg, manifestó la misma opinión. Así,
pues, se dieron con mucha parsimonia despachos para
la creación de nuevqs regimientos, y sólo se admi·
tían hombres escogidos.
Se consideró oportuno que el Principe diese una.
recepción pública á todos los nobles y caballeros re–
unidos en Bxeter. Les dirigió un discurso breve, pero–
digno y bien meditado . Dijo que no conocía á todos.
los presentes, pero que tenía lista de sus nombres
y
sabía cuán estimados eran en su país. Les reprendió
:rnavemente su tardanza, si bien manifestó confiar·
en que aun no fu ese demasiado tarde para salvar el
Reino.
«Así, [JUes,
afiadió,
cabatleros, amigos
y
hetmanos
7n-otestantes, ?'ecibid vosotros
y
todos los vtteSP/'OS la más CO?'–
dial bienvenida á miestra cm·te
y
campo
(1).
Seymour, político perspicaz, acostumbrado desde
hacia mucho
á
la táctica de los partidos, advirtió des–
c;te luego que el que había empezado á reunirse en
derredor del Príncipe carecía de organización. No era
todavía, dijo, más que una cuerda de arena; no babia
ningún fin común declarado pública
y
formalmente~
nadie se había comprometido á nada. Conforme· ter–
minó la recepción en el Decanato, hizo venir á Bur–
net
y
le indicó la illea de formar una liga y que todos
los Ingleses partidarios del Príncipe, firmasen un do–
cumento, compro.Jlletiéndose á guardar lealtad á su
(1)
polección cuarta de docmnentos,
1688;
Carta de Exon;
Bur-
net, r,
792.
.