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LORD MACAULAY.
pero Campbell resolvió pelear mientras le quedase.
uno de los suyos. Se apostó en el camino con un pu–
ñado de hombres resueltos. El resto de sus soldados
flanqueaba las ·hayas que por amb'.ls lados dan som–
bra al camino. Llegó por fin el enemigo.
«¡Alto!
gritó.
Campbell.
¿Por quién peleái's?-P01· el Rey Jacobo,
con–
testó el jefe contrario.-Y
yo por el P1·íncipe de Orange,
exclamó Campbell.
- Ñosofros os daremos el P1·íncipe,
respondió el Irlandés con un juramento.-¡Fuego/»
exclamó Campbell; y de los dos lados del camino bi·
cieron en seguida vivo fu ego. Las_tropas reales reci–
bieron tres descargas cerradas· bien dirigidas, antes
de poder contestar. Por fin log raron apoderarse de
uno de los flancos, y hubieran exterminado la peque–
ña banda que se les oponía, si la gente del país, que
odiaba mortalmen te á los Irlandeses no hubiera he–
cho correr la falsa alarma dé que se acercaban más
tropas del Príncipe. Sarsfield reunió su gente y se
retiró, y Campbell pudo continuar su marcha con los
caballos de bagaje sin que nadie le mol estase. Este
encuentro, muy honroso sin duda para el valor
y
disciplina del ejército del Príncipe, adquirió en boca.
de las g·entes, las proporciones de una victoria ga–
nada en circunstancias muy desfavorables por los
protestantes ingl eses, contra los bárbaros papistas
que habían venido de Connaught á oprimir nuestra.
Isla
(1).
Algunas horas después de esta escaramuza, se ve–
rificaba un suceso que puso término á todo peligro de
más se.ria lucha entre los dos ejercitas. Churcblll y
algunos de sus principal es cómplices se habían re–
unido en Salisbury. Dos conspiradores, Kirke y Tre–
Jawney habían continuado basta Warmin. ter, donde
(1) Whitt le,
Diar-10; Historia de la deserción; Diario de Luttre/l.