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LORD MACAULAY.
tumbre, repitió con vehemencia
mu~.has
veces: «ni en
. un átomo.» No sólo se negaria á entrar en negociacio–
nes con los invasores, sino que tampoco estaba dis–
puesto
á
escuchar ninguna proposición que quisieran
hacerl~.
Si los Holandeses querían negociar, el primer
mensajero sería enviado sin respuesta; el segundo se–
-ría ahorcado (1). Con tan buen talante se puso en ca–
mino Jacobo para Salisbury. Su último acto antes de
partir fué nombrar un Consejo de cinco lores que de–
bían repi:esentarle en Londres durante su ausencia.
De los Ci!!.CO, dos eran papistas y no podían, segúi:i la
ley, desempeñar ningún empleo. Con ellos fué nom–
brado Jeffreys, protestante, es verdad, pero más abo–
rrecido por toda la nación que ningún papista. A los
-otros dos individuos de este Consejo, Preston y Godol–
phin, no se podía hacer ninguna objeción séria. El
mismo dia que el Rey salió de Londres, el Príncipe de
Gales fué enviado á Portsmouth. Aquella fortaleza es–
taba muy bien g·uarnecida
y
sometida al gobierno de
Berwick. La escuadra, á las órdenes de Darmouth, se
hallaba muy cerca de allí,
y
se suponía qae de ir mal
las cosas, el regio infante podría sin dificultad ser
t rasladado de Portsmouth á Francia (2).
El 19 llegó Jacobo á Salisbury, alojándose en el pa–
lacio episcopal. De todas partes le llegaban malas
nuevas. Los Condados del Oeste, por fin, se habían
levantado. ·o bien fué conocida la deserción de Corn–
bury, muchos ricos hacendados, cobrando valor, se
apresuraron á apudir á Exeter. Entre ellos figuraban
sir Guillermo Portman, de Bryanstune, uno de los
primeros potentados del Dorsetshire,
y
sir Francisco
Warre, de Hestercombe, gran propietario del Somer-
(1t
Adda, nov. 19 (29), 1688.
(2) Clarke,
Vi da de Jacobo,
220,
221.