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LORD MACAULAY.
tados por el ascendiente
y
discreción del Príncipe..
Rodeado de vehementes sectarios, consejeros oficio–
sos, abyectos aduladores, vigilantes espias
y
malicio–
sos charlatanes, permanecía sereno é impenetrable.
Se mantenía silencioso mientras era posible guardar·
silencio,
y
cuando se veía obligado
á
hablar, el tono
enérgico é imperioso en que manifestaba sus bien
meditadas opiniones, pronto hacía callar á los demás.
A pesar de cuanto el excesivo celo hacía decir á al–
gunos de sus partidarios, no pronunció una solapa–
labra respecto á la'Corona de Inglaterra.
abía muy
bien,
á
no
dudar, que entre él
y
aquella Corona había
aún tales obstáculos, que la mayor prudencia
no
bas–
taría
li.
vencerlos,
y
que un solo paso en falso los baria
insuperables. La única manera de alcanzar tan esplén.
dido premio
no
era cogerla brutalmente, sino aguar–
dar hasta que, sin apariencias de violencia ó preme"
ditación de su parte, viese realizado su deseo por la
fuerza de las circunstancias, por los errores de sus.
contrarios
y
por la libre elección de los Estados del
Reino. Los que se
atrevían~
preguntarle, no lograban
sacar nada en limpio,
y,
sin embargo, no podían acu–
sarle de disimulo. Siempre les remitía á su Declara–
ción, asegurándoles que sus opiniones no habían
cambiado desde la publicación de aquel documento.
Con tal habiÜdad man ejaba á sus secuaces, que la
discordia que reinaba entre ellos parecía aumentar
y
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fortificar en vez de aminorar
y
disminuir su autoridad.
Pero no bien el Príncipe retiró su poderosa mano, la
discordia estalló con violencia, interrumpió la armo–
nía que reinaba entre alegres asociados.
y
ni aun res –
petó la santidad de la casa de Dios. Clarendón, que
trataba de ocultará los demás·
y
á
sí
mismo, por un os–
tentoso alarde de sentimientos leales, el hecho indu–
dable de su rebelión, oyó con disgusto las risas con.