REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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4a fuerza de las pasiones, excitadas por la ingratitud
del Rey
y
por el peligro de la Ig lesia. No puede darse
situación más penosa ó incierta que la del antiguo
Caballe1·0
que se había levantado eu armas contra el
Trono. Los escrúpulos, que no le impidieran enea–
.ruinarse al campo holandés, empezaro n á atormen–
.tarle cruelmente no bien estaba alll . .Acusábale la
-conciencia de haber cometido un crimen. Cuando
meno , habíase hecho acreedor á la ce nsura, obrando
en completa oposición con lo que había sostenido
·durante toda su vida. Sus nuevos aliados le inspira–
ban invencible antipatía. Ero.u g·entes á quienes
descie que los había conocido había perseguido
y
des–
preciado; presbiterianos independientes, anabaptis–
tas, veteranos de Cromwell, barbudos soldados de
8haftesbury, cómplices de la conspiración de Rye
Housc, caudillos de la insurrección del Oeste. Como e
natural, deseaba establecer alguna distinción que
.acall ase la voz de su conciencia, vindicase su con–
<lucta
y
estableciese diferencia entre él
y
la multitud
de cisriláticos r ebeldes á quienes siempre había abo –
rr cido y despreciado,
y
con los cuales se hallaba
ahora en peligro <lo ser confundido. Asi, pues, recha-
7.aba con vehemen0ia toda idea de quitar la corona ele
J:tquella cabeza ungida que la voiuntad del cielo y las
leyes fundamentales del reino habían hecho sagrada.
Era su más ardiente deseo ver terminada una reconci–
liación en términos que no rebajasen la r!ignidad real.·
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no era traidor; ni tampoco trataba de resistirá la
reg·ia autoridad . Habíase levantado en armas por
estar convencido de que el mejo r servicio que pudiera
prestar al Trono serí a rescatar á . M. por medio de
una suave coerción de manos de us malos consejeros.
Los males que la animosidad mutua de estas fac –
c ione hubiera producido fueron, en g ran parte, evi-