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LORD MACAULAY.
pital. La Torre, que dominaba el interior de la ciudad,
y
el fu erte de Tilbury, que podía poner en pelig ro su
comercio marítimo. Era imposible dejar sin guarní·
ción estas plazas;
y
así, Guillermo propuso confiarlas
temporalmente al cuidado de la ciudad de Londres.
Tal vez fuera conven iente, cuando se reuniese el Par–
lamento, que el Rey, acompañado de su guardia, fues e
á
residir en Westminster. El Príncipe anunció que , en
tal caso, también él reclamaría el derecho de alojarse
allí con igual número de soldados. Pureciale j usto
que mientras durase la suspensión de hostilidades se
considerase que ambos ejércitos estaban ig·ualmente
al servicio de la nación inglesa,
y
debían ser, por
tanto, sostenidos de ig·ual modo á expensas de la Ha–
cienda de Inglaterra. Por último, exigía alguna se ·
guridad de que el Rey no habia de aprovechar el ar –
misticio para introducir en Inglaterra un ejéréito
francés. El punto más pelig roso era Portsmouth. El
Príncipe no insistió, sin embargo, en que tan impor–
tante fortaleza le fuese entregada, pero propuso que
mientras durase la t regua fuese g·obernada por un
oficial en quien así él, como Jacobo, pudieran confiar.
Las proposiciones de Guillermo estaban concebidas
en un espiritn tan caballeresco, que más biev. pare–
cían proceder de un árbitro desinteresado, pronun–
ciando sentencia, que de un Príncipe victorioso im
poniendo condiciones á un enemigo indefenso. Nada
tuvieron que objetar los partidarios del Rey. Pero en–
tre los whigs había muchas murmuraciones. No que–
rían reconciliarse con su antiguo amo. Se considera–
ban libres de toda obligación respecto á él.
o estaban
dispuestos á reconocer la autoridad de un Parlamento
convocado por Jacobo . Eran, además. contrarios al
armisticio,
y
no podían concebir que si hubiera de
lleg
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arse al armisticio, se hiciera. en igualdad de con-