R EVOLUCIÓN DE
INGLATERRA.
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budos infan tes suizos, de aquell a jnfantería que se
había distinguido por su g-ran valor
y
disciplina en
todas las g uerras del Continente de los do últimos
siglos, pero nunca vi tos hasta ahora en territorio
inglés. Seguíales una serie de compañlu designadas,
según usanza de la época, por los nombres de sus jefes,
Bentinck, Solmes y Ginkell, Talmash
y
Mackay. Con
especial placer contemplaron los Ingleses un brillante
regimiento que aun ll evaba el nombre del ilustre
y
malogrado Ossory. Contribuía á dar más realce al es–
pectáculo el recuerdo de Jos reuombrados sucesos en
que muchos de Tos guerreros que ahora atravesaban
la puerta del Oeste habian tenido parte, pues habían
servido eu ejórcitos muy di tintos de la milicia de
D von Jüre ó del campamento de Hounslow. Alg·unos
habían rechazado la fiera acometida de los Franceses
en el campo de
eneff,
y
otros habían cruzado sus •
e pada con los infiele , en defen,a de la Cristiandad,
el gran día que se levantó el sitio de Viena. La ima–
g1 nación -llegó hasta extraviar los sentidos de la mul–
titud,
y
las
Cattas noticüN·as
llevaron á todo el Reino
fabulosas descripciones de la estatura y fuerza de los
i n asores. Afirmábase que, ca i sin excepción, tenían
má des is pie de estatura,
y
que nunca hasta en –
tonces e habían vi to en Ing·laterra tan enormes pi–
cas , espadas
y
mo quetes como los que llevaban. ri
disminuyó la admiración del pueblo cuando llegó la
artillería, compue ta de ventiún cañone de bronce
de gran tamaño, cada uno de los cuales era arra trado
con g ran dificultad por diez
y
eis caballos de tiro.
Grandemente excitó la curiosidad una extraña má–
quina montada sobre rueda . Resultó ser una forja
movible, provista de toda la herramientas
y
utensi–
lio nece ario á la reparación de carros y arma . Pero
nada llamó tanto la atención como el puente de bar-