REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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Mucho podía influir en el éxito la conducta que en
tan gran crisis adoptase el clero de la Ig·lesia angli–
cana, y los miembros del Capitulo de Exeter fueron
los primeros á quienes se llamó para que manifesta–
sen su opinión. Burnet informó á los Canónigos, que
á causa de la fug·a del Deán estaban ahora sin jefe,
que no les era lícito seguir, como hasta aquí, diciendo
la oración por el Príncipe de Gales,
y
que debía cele–
brarse una función solemne en acción de gracias por
la feliz llegada del Principe. Los Canónigos no ocu–
paron sus asier¡tos durante la función, pero algunos
de los coristas
y
prebendados asistieron. Guillermo•
rodeado de pompa militar, se dirig·ió
á
la catedral.
Al pasar el magnífico pórtico, aquel órgano famoso
no superado por ninguno de los que eran orgullo de
Holanda, su patria, rompió en un himno de triunfo. El
Príncipe ocupó el asiento del Obispo, trono magnífico
con preciosos tallados del siglo xv. Burnet ocupaba un
asiento inferior, y una multitud de guerreros
y
no–
bles se agrupaba en derredor del trono. Los cantores,
vestidos de blanco, entonaron el
Te Deum.
Terminado
el canto, Burnet leyó la Declaración lle! Príncipe; pero
no bien pronunció las primeras palabras, prebenda-
en la corte'? Exagéranse allí el número de los vuestros y su esta–
tura; dícese que el que menos no baja de seis pies, y que todos
visten pieles de osos, suizos, suecos y brandembnrgueses..
En una canción que apareció precisamente
á
raíz de la entrada
en Exeter, se presenta
á
los Irlandeses como ruines enanos en
comparación de los gigantes que mandaba Guillermo,
•Poor Jlerwick. how will thy dear joya
Oppose this famed
viaggio'?
To Brandenburgh and Swedish boys
Coraggio! Coraggio!•
Addison alude en el
Freeholder
al extraordinario efecto producido
por tan románticas relaciones.