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LORD MACAULA
Y.
shire. Durante Ja semana siguiente reinó en Londres
violenta agitación. El domingo, 11 de noviembre, cir–
culó el rumor de que en el Monasterio de Olerkenwell,.
fundado bajo la protección del Rey, había cuchillos,
parrillas
y
calderos escondidos para torturará los here–
jes. Reunióse una gran multitud en torno del edificio
y se disponían á demolerlo cuando llegaron algunas
tropas. La multitud fué dispersada y muertos algunos
de los alborotadores. ·Hízo e una información, llegan–
do
á
un acuerdo que indicaba claramente el estado
de Ja opinión pública. El Jurado declaró que algunas
personas leales
y
honradas· que hablan ido
á
dispersar–
las reuniones de traidores
y
enemigos públicos á una
casa donde se celebraba misa, habían sido asesinadas,
con premeditación, por los soldados; y este extraño
veredicto fué firmado por todos los jurados. Los ecle–
siásticos de Olerkenwell, naturalmente alarmados por
estos síntomas·del entimiento popular, deseaban po–
ner en salvo sus haciendas. Consiguieron trasladar la
mayor parte del sus efectos sin que se tra luciese
nada al exterior. Pero al fin se despertaron las sospe–
chas del vulgo. Los dos últimos carros fueron dete–
nidos en Holborn y quemado su contenido en medio
de Ja calle. Tan grande fué la alarma de los católicos,
que cerraron todos sus templos y capillas, excepto los
que pertenecian á la famalia Real y á los Emhajado–
res extranjeros (1).
Sin embargo, en general, aun no parecían las cosas
hallarse en situación desfavorable para Jacobo. Más
de una semana llevaban ya los invasores en territorio
inglés y aun no se les había unido ninguna persona
de cuenta.
1
0
había estallado la rebelión en el
1
orte
(1)
Diario d.e Luttrell;
Carta noticiera de la
Colección Mac/cin–
tosli;
¡\.dda, nov. 16 (26), 1688.