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LORD MACAULAY.
natural era, sin embargo, que Guillermo, el cual fián–
dose de las promesas de Inglaterra había aventurado
al azar no sólo la propia reputación y fortuna, pero
también Ja prosperidad é indepepdencia de su tierra
na.tal, se sintiese hondamente mortificado. Era tal
su indignación , que hablaba de volver
á
Torbay,
reembarcar sus tropas, volverá Holanda y abandonar
á
los que le habían ver¡dido á la suerte que tanto me–
recían. Por fin, el lunes 12 de noviembre, un caballer0
llamado Burrington, que vivía en las inmediaciones
de Creditoºn vino á alistarse en la bandera del Prín–
cipe, siguiendo su ejemplo algunos de sus vecinos.
XLVIII.
LOVELACE.
Personas de más cuenta se habían ya puesto en ca–
mino
de diferentes partes del Reino para Exeter. Fué
el primero de estos lord Juan Lovelace, distinguido
por su magnificencia y buen g usto, y por la audaz
é
intemperante vehemencia que mostró en defensa
del partido whig. Había estado ya preso cinco ó seis
veces por délitos políticos. La última falta de que se
le acusaba era haber negado con desprecio la validez
de una orden .de prisión firmada por un juez de paz
católico. Se le había llevado ante el ·Consejo privado,
suj etándole á un minucioso interrogatorio que había
resultado inútil . Se negó obstinadamente á declararse
culpable, y los testimonios contra él resultaron insu –
ficientes. Fué absuelto, pero autes de retirarse, Jacobo
le dijo con g ran indignación:
«lJfil01·d, no es esta lapri-
1nera. q?te me iugáis.-Se1i01·,
contestó Lovelace con i'Il-