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LORD MACAULAY.
sulto (l ). El Mayor y los aldermen habían
mandad~
cerrar las puertas de la ciudad, pero cedieron á la pri-.
mera intimación. Habíase preparado la casa del deán
para alojar al Príncipe, el cual lleg·ó al día siguien–
te, 9 de noviembre. Se instó
á
los magistrados que–
salieran á recibirle en corporación á las puertas de la
ciudad, á lo que se negaron obstinadamente. La pom–
pa desplegada e:q. aquel día no hizo, sin embargo, no–
tar su falta. Espectáculo semejante no se había visto
hasta entonces en Devonshire. Muchos salieron á re–
cibir á media jornada de camino al campeón de su
religión , á cuyo paso acudían los habitantes de todas
las aldeas vecinas. Una gran multitud, formada prin–
cipalmente de jóvenes aldeanos que blandían sus ga–
rrotes, se había reunido en la cumbre de Haldon
Hill, desde donde el ejército, marchando de Chud–
leigb, flanqueó primero el rico valle del Exe y las dos
torres macizas que se levantan por encima de la nube
de humo que cubre la capital del Oeste. El camino en
toda la larga bajada, y á través del llano hasta las
orillas del río, estaba cubierto de
espectad~res,
que
se sucedían en una extensión de varias millas. Desde
la puerta del Oeste hasta el atrio de la catedral, las
aclamaciones de la concurrencia, y la multitud que
por ambos lados se apiñaba al paso de los expedicio–
narios, recordaban á los londonenses la animación
y regocijo de la fiesta del Lord Mayor. Las casas
estaban alegremente adornadas: puertas, ventanas,
balcones y azoteas estaban llenas de espectadores.
La vista, acostumbrada
a
la pompa de la guerra, hu–
biera encontrado mucho que criticar en el espectácu–
lo, pues las marchas fatigosas aguantando la lluvia,
por caminos . donde el que viajaba
á
pie se hundía
á
(l) Burnet ,
1.
190.