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LORD MACAULAY.

placer, y en seguida preguntó con afán cuáles eran

los planes de S. A. Los militares rara vez se mues–

tran dispuestos

á

aconsejarse con gente de toga en

materias de guerra, y {Guill'eríno miraba la inter–

vención de todo el que no fqera militar, en los asun–

tos de milicia, aun con más disgusto del que en tales

ocasiones suelen mostrar los soldados. Pero en aquel

momento se hallaba · de muy buen humor, y en vez

de significar su disgusto con una reprimenda breve

y punzante, extendió la mano con gran amabilidad y

contestó con otra preg·unta

á

la pregunta de su cape–

llán.

"Y bie1i, doctoi·,

dijo,

¿qué pensáis ahoi·a de la pi·e–

destinaci6n?»

El reproche era tan delicado que Blll'net,

que no pecaba de perspicaz, no lo advirtió. Contestó

lleno de fervor que no .olvidaria nunca la manera se–

ñalada con que la Providencia babia favorecido su

empresa (1).

'

Durante el primer dia, las tropas que habían ido

á

tierra tuvieron que. sufrir muchas privaciones. La

tierra estaba completamente empapada

á

efecto de

las lluvias. El bagaje continuó

á

bordo de los bajeles,

y oficiales de alta. graduación tuvieron que dormir

con las ropas mojarlas en el húmedo suelo, y aun el

mismo Príncipe tuvo por todo alojamiento una caba–

ua. Se despleg·ó

su

bandera en el techo de paja, y al–

g·unos colchones que trajeron de su barco, tendidos

en el suelo, le sirvieron de lecho

(2).

Ofrecía alguna

dificultad el desembarcar los caballos, y parecia pro–

bable que esta operación ocuparía varios días. Pero

á

(1) Creo que todo el que compare las relaciones que traen

Burnet

y

Dartmouth de este diálogo, juzgará que be presentado

con exactitud lo sucedido.

(2)

He visto un grabado holandés, contemporáneo, que repre–

sen~a

el desembarco. Algunos hombres conducen el lecho del

Príncipe

á

la cabaña, donde se ve ondear su bandera.