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LORD MACAuLAY.
más. Sin embargo, desde hacia algún tiempo Luis XIV
parece que había tenido empeño en indisponerse con
sus amigos de Holanda, consiguiendo por último ,
aunque no sin dificultad, oblig·a rles ·á convertirse en
enemigos suyos, precisament<} en el momento en que
su ayuda hubiera sido para él de incalculable valor.
Dos cosas había en que el pueblo ·de las Provincias
Unidas se mostraba más celoso, y eran éstas la reli–
g ión y el comercio; y contra su reli gión y su comercio
dirigió sus ataques el Rey de Francia. La persecu–
ción de los hugonotes y la revocación del edicto de
antes habian excitado por doquiera lástima é indig –
nación en los protestantes. Pero en Holanda estos
sentimientos fueron más poderosos que en ningún
otro pals; pues muchosHolandeses, confiados en las re–
petidas
y
soiemnes declaraciones de Luis XIV, res·
pecto á mantener la tolerancia concedida por su abue–
lo, se habían establecido en Francia para dedicarse al
comercio, y una g ran parte de los colonos había to–
mado carta de naturaleza. A la ·sazón todos los co–
rreos traian á Holanda noticia de q·ue aquellas per-
onas eran tratadas con extremado rigor á qausa de
su religión. Referíase que á unó le habían obligado
á
dar alojamiento en. su casa á los dragones,
á
otro lo
habian puesto desnudo junto al fuego hasta que ya es–
taba medio asado, y
tí
todos se prohibía, bajo las más
severas penas, celebrar los ritos de su relig·ión
ó
salir
del país en el cual, cediendo
á
falsas promesas, se ha–
bian establ ecido. Los partidarios de la Casa de Orange
clamaban contra la crueldad y perfidia del tirauo. La
oposición estaba averg·onzada
y
sin ánimo. Hasta los
magistrados de Amsterdam, íntimamente unidos á la
causa de Francia y
á
la teología Arminiana, y por tan–
to, poco inclinados .á encontrar defectos en Luis XIV
ó
á
simpatizar con los calvinistas
á
quienes
perseg~a.