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LORD "1ACAULAY.
Mientras de este modo obligaba Lui XIV
á
sus ami–
gos de Holanda
á
convertirse ó
á
fingir que ·se con–
vertian en enemigos suyos, trabajaba con no menor
éxito por hacer desaparecer cuanto escrúpulos pu–
dieran abrigar los Prlncipes católlcos del continente,
de secundar los designios de Guillermo.
na nueva
querella babia surgido entre Ja Co rte de Versalles
y
el Vaticano, querell a en la cual la injusticia
é
inso–
lencia del Rey de Francia se de plegaron, tal vez, de
manera más ofensiva qúe en ninguna otra contienda
de cuantas agitaron su reinado.·
Durante largo tiempo habíase observado como re–
gla en Roma, que ningún funcionario judicial
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de
hacienda pudiese entrar en la morada de los Minis–
tros que representaban Estados católicos. Con el tras–
curso del tiempo, hablase llegado
á
considerar como
inviolable, no sólo Ja casa del Ministro,
ino una gran
extensión en torno de ella. Hacían cuestión de honor
los Embajadore , el extender todo lo posible 'los lím!·
tes del terreno colocado bajo su protección. Al cabo
sucedió que la mitad de la ciudad se componla de
distritos privilegiados, en los cuales el Gobierno pon–
tificio tenía tanta autoridad como en el Louvre ó
en el Escorial. Todos estos asilo
estaban llenos de
contrabandista , quebrados fraudul entos, ladrone
y
asesinos. En todos habla almacene de mercancía
robadas ó introducidas de contrabando, y de aquí a–
lían durante la noche malhechores
á
robar y
á
matar.
En ningunna ciudad de la Cri tiandad, por lo tanto,
era la ley más impotente
y
el crimen tan audaz como
en la antigua capital de la religión
y
la cultura. Lo
y
agosto 20. Lord Lonsdale, en sus
Memorias,
observa con gran
acierto que
á
no ser por
In
torpeza de Luis XIV, la ciudad de
.Ams~rdam
hubiera impedido la Revolución.