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LORD J\1ACAULAY.
nada faltase, aprovechar un momento favorable para
obtener el consentimiento de la federación. Observa–
ron los agentes franceses que andaba más ocupado
que nunca. No pasaba un solo día que no se le viese,
á
todo correr, ir de su quinta al Haya. Estaba siempre
encerrado con sus más distinguidos partidarios. Se
prepararon veinticuatro barcos de guerra, además
de la fuerza ordinaria que sostenía la República. Por
lo demás, no faltó un pretexto excelente para este
aumento de fuerzas, pues algunos corsarios argelinos
habían osado recientemente presentarse en el mar de
Alemania. Formóse un campamento en
1
imeg·a, don–
de se reunieron alg·unos miles de hombres,
y
á fin de
aumentar las fuerzas de este ejército, se retiraron las
guarniciones de las fortalezas del Brabante Holandés.
Hasta el famoso fuerte de Bergopzoom quedó casi sin
defensores. De todos los almacenes de las Provincias
Unidas salian para el cuartel general artillería de
campaña, morteros
y
furgones. Los panaderos de
Rotterdam trabajaban día y noche haciendo galleta.
Todos los armeros de utrecht eran insuficientes para
construir las pistolas
y
mosquetes que , se les en–
cargaban. Los guarnicioneros de Amsterdán trabaja–
ban sin descanso en la construcción de arneses
y
si–
llas. Aumentóse en seis mil marineros la dotación na–
val existente. se·hjzo una nueva leva de siete mil sol–
dados, los cuales, si bien es verdad que no podían ser
alistados formalmente sin la sanción de la República,
podían en cambio ser bien instruídos
y
disciplinados,
de tal modo, que sin dificultad se les pudiera distri–
buir en regimientos
á
las veinticuatro horas de obte–
nida la aprobación de los Estados. Todos estos prepa–
rativos requerían dinero contante; pero Guillermo,
gracias
á
una estricta ecoitomia, habla podido reunir
para cualquier caso extremo, un tesoro que ascendia