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LORD MACAULAY.
verle subir al poder por una revolución, y que en
modo alguno podía preverlo cuando
á
fines de junio
de 1688, ingresó solemnemente en la comunión de
la Iglesia de Roma. Sin embargo, apenas se babia
hecho por aquel crimen inexplicable objeto de odio
y desprecio de toda la nación, cuando supo que la
constitución civil
y
eclesiástica de Inglaterra .se–
ría en breve vindicada por armas de fuera y de den–
tro. Desde aquel momento parece haberse operarlo
un cambio en todos sus planes. De tal modo se apo–
deró el terror de su espí ritu, que llegó
á
retratarse en
su rostro, en términos de poderlo advertir cuantos le–
veían (1). Apenas podía dudarse que si babia una re–
volución, los malos consejeros que rodeaban el trono
serían llamados á rendir estrecha cuenta, y entre
aquellos consejeros, él figuraba en primera línea. La
pérdida de sus empleoR, de sus sueldos, de sus pen–
siones, era el menor daño que debía temer. Su casa
solariega
y
sus bosques de Althorpe podrían ser con–
fiscados. Tal vez tendría que permanecer muchos
años en una prisión
ó
ir
á
terminar sus dias
á
tierra
extraña, viviendo de una pensióu concedida por la
boudad de Francia. Y auu
esto.noera lo peor. Em}>e-–
zaron á asediar al infeliz político visiones espanta–
bles, y ya imaginaba ver una innumerable multitud
que cubría Tower-Hill, g ritando con salvaje alegria
á
la-vista del apóstata; contemplaba un cadalso cu–
bierto de neg-ro; parecíale ver á Burnet leyeudo las–
preces de los agonizantes,
y
á
Ketch apoyado en el
hacha que de tau sangriento modo babia degollado
á
Russell
y
Monmoutb. Aun quedaba una vía de sal–
vación, la cual era más terrible para todo noble espi-
il) Di ce AddO: que el terror de Sunderland era visible.-Octu–
bre 26 (nov. 5), 16€8.