REVOLUCIÓN DE IN<1LATERRA.
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mente íldheridos á la Igl esia de Roma. Deseaba unir
el imperio de Alemania, el Ri:iy Católico y la Santa
·
~ede
con Inglaterra y Holanda en una lig·a contra Ía
supremacía francesa. Era, pues, necesario que al mis–
mo tiempo que descargaba el mayor golpe
qu~
jamá
se había asestado en defensa del protestantismo, tra–
tase de no perder la amistad de g·obiornos que mira–
ban el protestantismo como herejía mortal.
Tales eran las complicadas dificultades de esta gran
empresa. Los e tadistas del continente vieron una
parte de aquellas dificultade ; los estadistas británicos
vieron otra.
ólo un espíritu vasto y poderoso las
abarcó todas en un solo golpe do vista, y determinó
vencerlas tedas. No era fácil derrotar al Gobierno in–
g lés con ayuda de un ejército extranjero , sin la ti–
mar el orgullo nacional de los Ingleses.
io
era fácil
obtener de aquella facción bátava que miraba
á
Fran–
cia con parcialidad y
á
la Casa de Orange con aver–
sión, una decisión en favor de una empresa que con–
fundiría todos los planes de Francia y levantaría la
Casa de Orange á la cumbre de la grandeza. No era
fácil guiará los entusiastas protestantes en una cru–
zada contra el catolicismo, contando con los buenos
deseos de casi todos los Gobiernos católicos y del mis–
mo Papa. Y in embargo, todas estas cusas hizo Gui–
ller:no. Cuantos fines se propuso , aun los que parecían
más incompatibles
y
contradictorios, alcanzó com–
pletamente
y
de una vez. La historia de todos los tiem–
pos, antiguos
y
modernos, no recuerda triunfo tan
grande en una empresa política.
Esta hubiera sido, en verdad, demasiado ardua, aun
para un político como el Príncipe de Orange, si por–
este tiempo sus principales adversarios no hubieran
estado sometidos
á
una alucinación tal, que fué atri–
buida por muchas personas, que no pasaban plaza de