REVOLUCIÓN DE lNGLATERRA.
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presentar la información requerida. Llegó el dia pre–
fijado, en que todo el clero debía comparecer
á
dar
cuenta de ·su desobediencia. Reuuióse la Comisión
eclesiástica,
y
resultó que apena8 si uno solo de los
encargados de verificar la
informació~
la babia envia–
do. Al mismo tiempo
e presentaba en la mesa del
Consejo un documento de gran importancia. Enviá–
balo Sprat, obLpode Rochester. Durantt: dos años,
sostenido por la esperanza de un arzobispado, no había
retrocedido ante el reproche de perseguidor de aquella
Iglesia que estaba obligado, por deber de conciencia
y
honor,
á
defender. Mas al fin había salido fallida su
esperanza. Vió que ámenos de abjurar su relig·ión, no
tenia probabilidad de ocupar la silla metropolitana de
York. Era de buen natural para encontrar el menor
placer en la tiranía,
y
tenía demasiado entendimiento
para no advertir que se acercaba el tiempo de las re–
presalias. Resolvió, pues, resignar sus odiosas funcio–
nes,
y
comunicó esta determinación á sus colegas en
una carta escrita, como todas sus composiciones en
prosa, con g ran propiedad
y
dignidad de ·ostilo. Era
imposible, decía, que pudiera continuar por más
tiempo en la omi ión eclesiástica obedeciendo las
órdenes del Rey; había leído la D ciaración de Indul·
gencia, pero no podia condenará millares de piadosos
y
leales teólogos por creer que su deber les obligaba
á obrar de otro modo;
y
desde que se había resuelto
castigarles por haber obrado de acuerdo con su con–
ciencia, él debía declarar que antes sufrirla con ellos,
que contribuir á sus sufrimientos.
La lectura de esta carta llenó de terror á los comi-
arios. Las faltas de su colega, su conocida elastic(–
dad de principios, la notoria bajeza de su carácter,
hacían doblemente alarmante su defección. Bien
puede decirse que un Gobierno peligra, cuando hom-
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