REYOLU IÓN DE INGLA1'ERRA.
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sólo habían servido á endurecer, aún más, el corazón
del Rey. Las primeras palabras que pronunció al sa–
ber que se le habían escapado lo objetos de su
en–
ganza, habían sido:
"Tanto
pem·
pa1·a
ellos.
n
A los pocos
días, estas palabras, que según su costumbre repitió–
muchas veces, tuvieron pl na explicación. Acu ábase
Jacobo, no úe haber per eguido á los Obispos, sino de–
haberlos perseguido ante un tribunal donde Jos j ura–
dos decidían las cuestiones de hecho ,
y
donde aun
los jueces más serviles no podían pre cindir por com–
pleto de los principios establecidos por la ley. Resol–
vió, pues, reparar este error. r o sólo los icte Prelado
que habían firmado la petición, sino todo el clero an–
glicano, habrían de maldecir el dla en que hablan
triunfado de su Rey. En los quince días que siguieron
al proceso, dióse orden obligando
á
todos Jos canci–
lleres de las dióce is
y
á todos los arcedianos hacer
una riguro a investigación en sus jurisdicciones res–
pectivas, y trasmitirá la Comisión eclesiástica, en tér–
mino de cinco semanas, los nombres de todos los rec–
tores, vicarios y curas que no hubiesen dado lectura
á la
JJeclM·aci6n
de
Ind1tlgm1cia
(1). El Rey saboreó de
antemano el terroi· con que los acusados sabrían que
se les citaba ante un tribunal que no daba cuar–
tel (2). El número de culpables no bajaría seguramen–
te de diez mil,
y
despuél:l de lo que había pasado en
Magdal ene College, todos debían esperar cuando me–
nos ser privado de sus funciones espirituales, arroja–
c;los de sus beneficios eclesiásticos, declarados incapa–
ces del goce de cualesquiera otros,
y
obligados al
pago de costas del proceso que les había reducido
á
la indigencia.
(1)
Gaceta de LoncLres
de 16 de julio, 1688. La orden va fechada
á
12 de julio.
(2) Frase de Barillon, julio 6·(16). 1688.