REVOLUCJÓ
DE INGLATERRA .
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Bien podía esta1·
irritado.
u derrota había sido
completa y en extremo humillante.
i los Prelados hu–
bieran sido absueltos por cualquier falta técnica de
procedimiento por parte de la Corona; si hubieran es–
capado por no haber escrito la petición en Middlesex ,
ó porque fuera imposible probar, según las estrictas
reglas de (lerech,o, que hablan eutregado al Rey el do–
cumento que servía de base á la acusación , la Regia
prerrogativa no hubiera padecido el rp.enor quebran–
to. Felizmente para el país, el hecho de la publica–
ción babia quedado plenamente establecido. Los de–
fensores se babfan visto obligallos, por tanto , á atacar
la prerrogativa de Dispensa,
y
la habí an atacado con
g ran saber, elocuencia
y
valentía. Lo. abogados del
Gobierno, según se reconocía universalmente, lle–
-rnron la peor parte en la contienda.
i un solo juez
se aventuró
á
afirmar que Ja declaración de Indul–
gencia era legal,
y
en cambio hubo uno que la declaró
ilegal de la manera más categórica. A juzgar por Jo
que se decía en toda la ciudad, Ja prerrogativa de
Dispensa babia recibido un golpe fatal. Finch,
á
quien el día anterior todos hablan cubierto de inju–
rias, era ahora universalmente aplaudido . Decíase
que no habla querido permitir que se decidiese la
cuestión dejando todavía en duda el g ran principio
constitucional. Habí a conocido que un veredicto que
absolviese á sus defendidos sin condenar la
Decla1ra–
ción de indulgencia
sería tan sólo una victoria
á
me–
dias. Lo cierto es que Finch no mereció ni las censu–
ras que llovieron sobre él cuando aun el éxito era
dudoso, ni las alabanzas que se le pr0digaron cuando
se vió que era feliz. Era absurdo censurarle, sólo por–
que los abogados de la Corona hubieran descubierto
inesperadamente un nuevo testigo, en la breve dila–
ción ocasionada por él; era igualmente absurdo supo-