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LORD MACAULAY.
respondieron con una aclamación aún más entusiasts–
que hizo temblar el antiguo techo de roble;
y
en otr(}
momento la innumerabl e multitud de afuera lanzó un
tercer ¡hurra! que se oyó en Temple Bar. Las lanchas
que cubrían el Támesis respondieron alegremente
if
las aclamaciones de tierra. Oyóse un cañonazo en el
río,
y
luégo otro,
y
luégo otro;
y
así en algunos instan–
tes voló la al egre nueva desde los barrios ele Saboya
y
Blackfríars hasta el puente de Londres
y
á la selva
de mástiles que cubría el río.
1
0
bien cundió la noti–
cia, calles
y
plazas, m rcados
y
cafés, resonaban con
gritos ntusiastas. Y aun más llamaba la atención el
ver lloraT
á
muchas personas. Porque los sentimientos
de los hombres habían ll egado
á
tal punto, que al fin
el
carácter inglés, de suyo tan serio y enemigo · de
manifestar al exterior sus emociones, no pudo conte–
nerse,
y
muchos derramaban lágrimas de alegría. Al
mismo tiempo salíari de los arrabales, dirigjéndose
á los caminos más importantes, jinetes
e~cargados
de anunciar la victoria de la Iglesia
y
la nación.
Tan entusiasta explosión de los sentimientPs popu–
lares no fué, sin embargo, bastante poderosa
á
ven–
cer el duro é intrépido natural del Solicitor. Tratando
de hacerse · oir en medio del tumulto, reclamaba de
los jueces el arresto de los que con sus gritos httbian
violado la dig nidad del Tribunal. Uno de los que gri –
taban fué detenido; pero el tribunal conoció lo absurdo
que seria castigar
á
un solo individuo por el delito
cometido por miles de personas,
y
así le dejó ir sin
más que una ligera reprimenda (1).
·
Era inútil pensar en aquel momento en proceder
á
otra cosa, pues
~ra
tal el clamoreo de la multitud , q_ue
(1)
Catisas de Estado;
Oldmixon, '739;
Diario
de Clarendon, jn- .
nio 25,
1
1088; Johnstone, julio 2: Citters, julio 3 (Ul); Adda, julio
6 (16); Luttrell,
Diario;
Barillon, julio 2 (12).