REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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defensores que sólo á su propia conducta tenian que
.
.
agradecer 61 nuevo giro que tomaban las cosas. Apo-
deróse de la multitud el desaliento, y Finch por es–
pacio de algunas horas fué el hombre más impopu–
lar P,e la nación. ¿Por qué no se había callado como
, us su periores Sawyer, Pemberton y Pollexfen't Su
afición de meterse en todo, su deseo de pronunciar
un hermoso discurso , lo habían echado todo
á
perder.
En tanto, el lord Presidente era conducido en un a silla
de manos á través del salón.
1
.i.
uno solo de los con–
-currentes se quitó el sombrero
á
su paso, y muchas
voces g r itaron:
cc¡Perro papista/ »
Entró en·el Tribunal
pálido y tembloroso, con la mirada fija en el suelo, y
prestó su declaración con voz débil. Juró que los
Obispos le habían comunicado su intención de pre–
sen tar una solicitud al Rey,
y
con tal objeto fueran
introducidos en el gabinete Real. Esta circunstancia,
unida
á
que cuando salieron del gabinete quedaba en
manos del Rey una petición firmada por ellos, era
prueba suficiente para convencer
á.
cualquier jurado
-del h echo de la publicación.
Quedaba, pues, probado el h echo de la publicación
.en Middlesex. ¡,Pero había de calificarse el documento
publicado de libelo fal so, sedicioso y mal intencio-
11ado'/ Hasta aquí la cuestión se había reducido á de–
terminar si el hecho que todos tenían por cierto po–
día también ser probado legalmente; pero lo que
ahora se discutía encerraba más profundo interés.
Era preciso examinar lo
límites de la regia prerro -
gii.tiva
y
de la libertad; del derecho del Rey á eximir
del cumplimiento de las leyes, y del derecho de los
súbditos
á.
reclamar·ante el Soberano reparación
á
los
abusos . Por espacio de tres horas los abogados de los
peticionarios hablaron, con gran energía, en defensa
de los principios fundamentales de la Constitución,
y