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LORD MACAULAY.
de cuenta. Era presidente sir Roger Langley, barón
de antigua é ilustre familia. Los demás eran un caba–
llero y diez esquires, alguuos de los cuales eran co–
nocidos por sus grandes riquezas. Había entre ellos
algunos disidentes, pu:!s los Obispos, dando en est<>
muestras de discreción, resolvieron no desconfiar de
los protestantes de distinta comunión. Un nombrer
sin erubarg·o, excitó gran alarma, el de Miguel Ar–
nold, cervecero de .Palacio, de quien se temía que.
el Gobierno contase con su voto. Refiérese que, la–
mentando tristemente la situación cLifícil en que su
nombramiento le ponía, dijo:
«Cualquiera que sea mi
conducta, es seguro que el resultado será ve1"me medio
ar1·uinado. Si voto 2101· la absolitci6n, ya no seré cerve–
ce1·0 del Rey, y si voto p o1· el castigo, me quedad
S'in
un pa-
1-roqidano»
(·t
).
•
omenzó entonces el juicio, cuya descripción, aun
leída friamente después del trascurso de más de siglo
y medio, tiene todo el interés de un dram¡:L. Los abo–
g·ados de ambas partes de plegaron en la lucha mu–
cha más vehemencia
é
ingenio de los que suelen en -
contrar e entre los de su profesión; el
aud~torio
escu–
chaba con ansiedad tan grande como si el veredicto
hubiera de decidir la uerte de todos,
y
las peripecias
fueron tan rápidas y Sl)rprendentes que la multitud
pasó repetidas veces, en un minuto, de la ansiedad al
entusiasmo
y
otra vez del entusiasmo
á
la má pro–
funda ansiedad.
La información fiscal acusaba á los Obispos de ha–
ber escrito ó publicado en el condado de Middlesex
un libelo falso, mal intencionado y .sedicioso. El Fiscal
general y el Solicitor trataron, ante iodo. de probar
la autenticidad de las firmas. Para esto llamaron al-
(1)
Reuotubiones potiticas.