REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
135
unida ·en el Tribunal del Banco del Rey. Entre la
multitud se contaban treinta
y
cinco Pares tempora·
l ·s del reino(! ): Veíanse en el Banco los cuatro Jue–
ces del Tribunal. Wright, que presidía, fuera elevado
á
tan alto puesto pasando por encima de hombres
de más talento
y
saber, sin otro mérito que su incon–
dicional servilismo. Allibone era papista,
y
debía su
cargo
á
aquella prerrogativa de Dispensa cuya lega–
lidau se iba á discutir ahora precisamente. Holloway
había sido hasta aquí servicial instrumento del Go–
bierno: hasta Powel, que gozaba g-ran reputación por
su integridad, había tenido parte en algunos proce–
dimientos que no tienen justificación. Cuando la cues–
tión famo a de sir Eduardo Hales, no siu vacil ar, es
cierto, y después de alguna dilación, votó con la
mayoria de los Jueces, arrojando de este modo sobre
su vida una mancha que su honrado comportamiento
en este día hizo desaparecer por completo.
Notábase gran desproporción entre·los abogados de
una y otra parte. Había exigido el Gobierno tan des–
honrosos y odiosos servicios de sus oficiales de justi–
cia, que los más en tendidos juristas
y
abogados del
partido tory habían tenido, uno tras otro, que negarse
á obed cer, iendo, á consecuencia de e<;to, pl·ivados de
u empleos. 8ir Tomás Powis, fiscal g·eneral, apenas
si fo rmaba en tercera fila entre Jo de su profesión.
ir
Guill ermo v'\'illiams, solicitar general, tenla pronto
entendimiento
y
valor
á
toda prueba, pero carecía de
discreción. Era amante de la polémica, no podía do–
minar su carácter,
y
era odütdo
y
despreciado por to–
do~
lo partidos políticos. Los más nobles auxiliares
del Fiscal y el
olicitor eran el Serjeant 'l'rinder, ca–
tólico,
y
ir Bartolomé hower, recorder de Londres,
(\) Johnstone, julio 2, 1688.