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LORD MACAULAY.
que no carecia de conocimientos jurídicos, pero cu–
yas prolijas disculpas é interminables repeticiones le
hacían siempre blanco de las burlas de Westminster
Holl. El Gobierno había intentado asegurarse los ser–
vicios de Maynard , pero él había declarado con toda
franqueza que su conciencia no le permitía prestarse
á
los deseos del Monarca (
!).
En la parte contraria se veían casi todas las emi·
nencias que ilustraban el foro en aquella edad. aw–
yer y Finch, los cuales al subir Jacobo al trono
eran respectivamente fiscal y solicitor general, y
que durante la persecución de los whigs, en tiempo
de Carlos II, habían servido
á
la Corona coh excesivo
celo y buen éxito, eran los defensores de los Obispos.
Figuraban también
á
su lado otros dos jurisconsultos,
quienes desde que los años habían disminuído la ac–
t ividad de Maynard gozaban fama de ser los do me–
jores abogaqos que tenian los tribunales de justicia:
eran éstos Pemberton, que en tiempo de.Carl os lI
había sido chief justice del Banco del Rey , iendo se–
parado de su alto empleo
á
causa de su humanidad y
moderación, y volviendo entonces
á
trabajar en su
bufete; y Pollcxfeu, el cual por mucho tiempo había
sido primer magistrado del Oeste,
y
que si bien se
había hecho muy impopular por haber ay udndo
á
la
Corona.enel Tribunal Sangriento, y particularmen te
por su conducta cuando el proceso de Al icia Lisle,
sabíase que era whig de corazón, si no republicano.
Veíase allí tambi én
á
sir Creswell Levinz, hombre de
gran saber y experiencia, mas de carácter singular–
mente tímido. Algunos años antes babia sido desti–
t uido de su cargo de juez por haber mostndo temor
de secundar los planes del Gobierno. Actualmente le
(l)
Johnetonl', j ulio 2, 1688.