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LORD J\IACAULAY.
presentado al Rey, ni siquiera tenía idea que se les
hubiera interrogado en ¡iquel punto. Llamóse tam–
bién
á
otros varios empleados que habían asistido al
Consejo, y entre ellos
á
Samuel Pepys, secretario
del Almirantazgo; pero ninguno recordó haber oído
nada relativo
á
la entrega de la petición. En vano
Williams hizo astutas pregunta¡;, en términos de obli–
g ar al abog·ado de la parte contraria
á
declarar que
tales asechanzas, tales astucia , jamás se habían visto
en un tribuna.! de justicia, y de que el mismo Wright
se viese en la precisión de admitir gue la manera de
interrogar del Solicitar era contraria
á
toda regla de
procedimiento. Al ver que uno tras otro los testigos
contestaban negativamente, empezáronse á oir en la
sala risas
y
exclamaciones de triunfo, que los jueces
no intentaron siquiera reprimi r.
Por fin parecía que la obstinada lucha ae babín ga-
1iado. Los abog·ados de la Corona no tenían ya nada
que añadir,
y
á permanecer silenciosos los de los
Obispos , la absolución era indudable , pues no
e
había producido absolutamente lo que
~l
juez más
corrompido
y
desvergonzado pudiera atreverse
á
lla–
mar prueba legal de la publicación . El Cbief Justice
había, empezado ya
!Í.
dirigirse al Jurado,
~ indudable
-
mente le hubiera excitado á absolverá lo acusados ,
cuando Finch, demasiado ambicioso para ser muy
discreto, se interpu so solicitando hablar.
«Si queréis
se?· oído,
le dijo Wright,
se os oi?·á; pei·o no conocéis vues–
l!ros verduderosintei·eses.»
El otro abogado de la defensa
obligó
á
F inch á sentarse, solicitando del hi ef Jus–
tice que siguiese adelante. Iba ya
á
hacerle asl cuando
llegó un mensajero, el cual, dirigiéndose al 8olicitor
general, le anunció que lord Sunderland podía pro–
bar la publicación, para lo cual vendría inmediata–
mente al Tribunal. Wright dijo maliciosamente á los