REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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del Parlamento, tenian derecho de petición ante el
Rey. El público se enfureció al uir tales declaracio–
nes, y el mismo Ohief juatice quedó lleno de asombro
ante la avilantez y descaro del venal arlequín.
·Por fin Wright pro·cedió
á
resumir los testimonios-.
Su lenguaje demostraba
qu~
el temor que tenía al
Gobierno era templado por el que le causaba el aud:i·
torio, tan numeroso, tan escogido y tan fuertemente
excitado. Dijo que no emitiría juicio en la cuestión
de la prerrogativa de Dispe nsa, por no considerar
necesario hacerlo; que no estaba conforme con gran
parte de lo dicho por el Solicitor en su discurso;
que todo súbdito tenía derecho de petición, pero que
la petición particular que examinaba el Tribunal,
estaba concebida en términos impropios y era, ante
la ley, un libelo. Allibone
asint~ó
á
lo dicho por el
Chief justice; pero al manifestar su opinión mostró
tan grosera ignorancia. así del derecho c0mo de
la historia, que le valieron el desprecio de cuantos
le escuchaban. Holloway evadió la cuestión de la
prerrogativa de Dispensa; pero dijo que , en su con–
cepto, todo súbdito agraviado tenia derecho
á
presen–
tar una petición como la discutida, y por 'tanto no
la consideraba libelo. Más atrevido aún se mostr6
Powell. Declaró que,
á
su juicio, la declaración de:
Indulgencia era completamente nula, y la prerroga–
tiva de Dispensa, tal como se había ejercido última–
mente, de todo punto contraria
á
la ley. Si se permi–
tían tales abusos
á
la regia prerrogativa, el Parlamento
dejaría de existir. Toda la autoridad legislativa ven–
dría á dar en manos del Rey.
«JJ..ejo
á
Dios
y
á
vuest?·as
conciencias la decisión
de
aste
asmito,»
dijo
(l).
•
(1) Véase el proceso en la
Colección de cat1sas de Estado.
Ha
tomado algunos detalles de Johnstone
y
también de Citters.
TOMO IV.
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