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LORD MACAULAY.

presbiterianos de aquel pais que por tanto tiempo y

por modo tan implacable habían combatido la jerar -

quia eclesiástica (1) . El pueblo de Cornuall es, rain

orgullosa, atrevida y atlética, entre los cuales era

más poderoso que en ninguna

ot.ra

parte del reino el

amor

á

las instituciones locales, se manifestó gran–

demente conmovido al tener noticia del peligro en

que se hallaba Trelawney,

á

quien reverenciaban no

tanto por ser jefe de la Ig'lesia como por ser cabeza

de una fam iliá ilustre y heredero de veinte gene–

raciones de antepasados, famosos ya antes que lo

Normand.os

hubi eran pisado el territorio inglés. En

todo el Condado cantaban los paisanos una balada,

cuyo estribillo aun se recuerda:

¿,Y

tendrá que morir Trelawoey?

Entonces treinta mil mancebos de Coroualles

Sabrlin por qué ha muerto.

Los mineros desde sus cavernas repetían la canción

variándola ligeramente:

Entonces veinte mil que se hallan bajo

ti~rra

Sabrán por qué ha muerto

(2).

Los rusticos de diferentes partes del país manife -

taban Jlenos de convicción una extraña esperanza

que siempre había alentado en sus corazones. Su Du–

que protestante, su querido Monmonth, aparecería

súbitamente, los llevaría

a

la victoria

y

arrojaría

á

su

plantas al Rey y

á

los jesuítas (3).

Los Ministros estaban a ustados. Hasta el mismo

Jeffreys hubiera retrocedido de runy buena gana.

(1)

M

_

de Tanner.

(2) Este hecho me ha sido comunicado de la manera más cortés

por el Rdo. R. ::;_ Hawker de Morweostow, del país de éorouallee.

(3) Johnstooe, junio 18, 1688.