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LORD MACAULAY.
el tie:npo fijado en la orden del Consejo para la lec–
tura en Londres babia espi rado mucho antes, esta
medida del Gobierno puede consi:ierarse solamente
como un insulto persoúal á los venerable prisione–
ros, insulto de la índole más baja y pueril.
El
capellán
e negó á obedecer. Fué destituido y se cerró la ca–
pilla (1).
, LVI.
J,OS OBISPOS ANTE EL TRlBU ' AL DEL BANCO DEL REY.
Los Obispos llenaban de edificación á cuantos se les
-acercaban, por la firmeza
y
a!Pgría con que sobrelle–
vaban el encierro, por la modestia y dulzura con que
recibían los aplausos y b,cndicioues de toda"la nación
y por la lealtad que profesaban al perseguidor que in–
tentaba su rui na. Permanecieron sólo una semana en
la Torre. El viernes, 15 de junio, primer día de las se–
siones judiciales, fueron llevados ante el Tribunal del
Banco del Rey . Una inmensa multitud aguardaba su
llegada. Desde el desembarcadero al Tribunal de So–
lici~udes
caminaron por entre dos filas de espectado–
res que los bendecían y aplaudían ..
«Amigos,
decían
los prisioneros al pasar,
lwiwad
al Rey,
y
no nos olvidéis
eii
vuestras oraciunes.n
Tan humildes
y
piadosas frase
conmovieron á los oyent es hasta hacerles derramar
lágrimas. Cuando, por fin, la procesión, atravesando
la multitud, llegó á presencia de los jueces, el Fiscal
gen eral presentó la información que se le había man-
(1) Oitters, j uuio 12 (22), 1688; Luttrell,
Dia?'io,
junio 18.
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