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F.EVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

121

mitorio gran número de personas cuando el infante

vió la primera luz, pero ninguno de los asistente

inspiraba absoluta confianza al pueblo. Entre los con–

sejeros privados que se hallaban presentes, la mitad

eran católicos, y los que se decían protestantes eran

.considerados generalmente como traidores á su pa–

tria y á su Dios. De las damas que babia en la cámara,

muchas eran francesas, italianas y portuguesas, y

entre las ing"lesas, unas eran católicas y otras esta–

ban casadas con católicos. Alg1rnas personas que de–

bieran haberse hallado presentes, y cuyo testimonio

hu1iera convencido á todo el que no se empeñase en

cerrar los oídos á la razón, se hallaban ausentes, y de

s u ausencia el único responsable era el Rey. Entre

todos los habitantes de la Isla, á quien más honda–

mente interesaba el suceso, era á la Princesa Ana. Su

sexo

y

su experien9ia la ponían en condici.ones J.e

vigilar por los derechos de su hermana y los suyos

propios. Había llegado á conc.ebir vehementes sospe–

chas, que diariamente confirmaban circunstancias

insignificantes

ó

imaginarias. Creía que la Reina cui–

dadosam ute evitaba su vigilancia, y atribuía á algún

plan criminal aquella reserva, que tal vez era efecto

de delicadeza

(1).

De

este~odo,

Ana había determi–

nado hallarse presente y vigiilar con gran dilig<mcia

cuando llegase el dí a crítico. Pero no había juzgado

· necesario hallarse en su puesto un mes antes del tér–

mino ordinario,

y

por complacer, según se decía,

á

su

padre había ido

á

tomar las aguas de Bath. Sancroft,

á

quien la dignidad de su carg·o obligaba

á

asistir,

y

en cuya pro,bidad ponía la nación entera confianza

había sido enVi

!J.dO

por Jacobo algunas

~oras

antes

á

(1)

Correspon denci a de Ana

con

María,

en Dalrymple; Claren–

don,

Di a1•i o,

octubre

a:,

1686.