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LORD MACAULAY.
vino á aumentar la excitación pública. Habíase
anunciado que hasta el mes de julio no sería el alum–
bramiento de la Reina; pero el dia siguiente á aquel
en que comparecieron los Obispos ante el Consejo,
se observó que el Rey parecia algo inquieto acerca
del estado de su esposa. Por la noche, sin embargo,
la Reina estuvo jugando á las cartas en Whitehall
hasta muy cerca de .Jas doce. Entonces fué llevada
n una silla de manos al Palacio de
aint James,
donde se habían arreglado apresuradamente algunas
habitaciones para ella. Muy pronto corrían en todas
direcciones mensajeros en busca de médicos
y
sacer–
dotes, lores del Consejo
y
<lamas de honor.
Á
las
pocas horas se habían reunido en las habitaciones de
la Reina g rar. número de funcionarios públicos
y
da–
uias de alto rango. Alli en la mañana del domin–
go 10 de junio, día que por larg·o tiempo miraron
como sagTado los fieles partidarios de una mala
causa, nació el más infortunado de todos los prínci–
pes, destinado á vivil' setenta y siete años errante en
el destierro, acariciando vanos proyectos, recibiendo
honores que mortifican más que los insultos, y ali–
mentándoee de esperanzas que lastiman y atormen ·
tau el corazón.
Las calamidades del pobre infante habían empeza–
do antes de su nacimiento. El pueblo que, según el
curso natural de la sucesión debía g·obernar, no creía
absolutamente que su madre estuviese en cinta.
Y aun después de demostrar con todo linaje de prue–
bas el hecho de su nacimiento, una·gran parte de la
nación seguía obstinadamente creyendo que los je–
suitas habían dado un hábil g·olpe do mano;
y
para
mayor desgracia, los testimonios, parte por acciden–
te, parte por grandísima negligencia, dejaban puerta
abierta
á
algunas objeciones. Había en el regio dor-