REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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<Cincuenta párrocos, ni uno cumplió la orden del Rey.
En
la gran diócesis de Chester, que comprende el
condado de Lancaster, sólo tres clérig·os se dejaron
inducir por Cartwright á obedecer á Jacobo. En la
diócesis de Norwich se cuentan muchos centenares de
parroquias, de las cuales solamente en cuatro se
dió
lectura á la Declaración. El cortesano Obispo de Ro–
~hester
no pudo vencer los escrúpulos del limosnero
de Chatham, cuya subsistencia dependía del Gobier–
no. Aun se conserva una carta conmovedora que el
honrado sacerdote envió al Secretario del Almiran–
:t-azg0.
·«Yo no puedo,
escribía,
esperar la prof,ección
de
Vv,,estro Hon01:. Hágase la voluntad de Dios. Debo p1·ejerir
los suf1·iir11,ientos al pecado"
(1).
XLIII.
LOS OBISPOS ANTE EL CO SEJO PRIVADO.
En
Ja tarde del 8 de juuio los siete Prelados, bien
advertidos por los más sabios abogados de Inglaterra,
se dirigieron á Palacio y fueron introducidos en la
cáll!ara del Consejo. Su petición estaba sobre la mesa .
Cogióla el Canciller, y mostrándosela al Arzobispo,
Je dijo:
«¿Es éste el papel escrito por Vuestra G1·acia,
y
q1te
los seis Obispos aquí present,es entrega1·on á S. M
.?11
Sancroft miró el papel , y dirigiéndose al Rey, ba:bló
de esta manera:
«Se1io1-, yo veíigo aquí en calidad
de
1·eo.
Es la priraera vez que tal me sucede, y bien lejos estaba
//O
de
imaginar que liabía de verme en este caso. Menos
(l) Buruet,
1,
740,
Vida de Pridea1ix;
Cit ters, junio 12 (22)
y
15 (25¡, 1689;
MS. de Ta-¡iner, Vida
y
correspondencia de Pepus-