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LORD MACAULAY .
denados. Los jueces
y
sus oficiales eran instrumentos
de la Corte. Desde la supresión de la antigua Carta
municipal de la ciudad de Londres, apenas se con–
taba un solo acusado
á
quien el Gobierno deseara
castigar
y
que fuese absue'to por el Jurado. Los re–
beldes Prelados serían probablemente condenados
á
multas ruinosas
y
á
larga prisión,
y
podrían darse.
por contentos si lograban rescatarse, sometiéndose.
dentro y fuera del Parlamento.
á
los designios del
Soberano
(1).
El 27 de mayo se notific0
á
los Obispos que en 8 de
junio tendrían e[ue comparecer ante el Consejo pri–
vado presidido por el Rey.
'o hemos podido averig·uar
la causa de tan la1·go plazo. Tal vez Jittobo esperaba
que algunos de los delincuentes, aterrados por la
idea de incurrir en su desagrado , se sometiesen antes
del día fijado para la lectura de la Declaración en
sus diócesis, y en su deseo de congratularse con el
Monarca tratasen de persuadir
á
sus subordinados
á
obedecer la orden del Rey. Si tal era su esperanza.
el desengaño no pudo ser más completo. Llegó el
domingo 8 de. junio, y todas las parroquias de Ingla–
terra siguieron el ejemplo de la capital. Ya por este
tiempo los Obispos de Norwich, Gloucester, Salis–
bury,
V\
inchester
y
Exeter habían firmado copias de
la petición en señal de estar conformes con ella. El
Obispo de Worcester se había negado
á
distribuir la
Declaración entre el clero de su diócesis. El Obispo de
Hereford la había distribuído, pero se creía general–
mente que estaba abrumado bajo el peso del remor–
dimiento
y
la vergüenza por haber obrado así. De
(l) . Baril\on, mayo 24 (junio 3) y mayo 31 (juuio 10), 1688; Cit–
•.ers, ¡ulio
l
(ll)¡ Adda, mayo 25 (junio 4), mayo 30 (junio 9) y
j unio
l
(11); Clarke,
Yido de Jacoho II,
u, 158.