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LORD MACAULAY.
disgustado, y al Rey ofendió más este insulto hecho
á
su Iglesia que todas las demás afrentas que había
recibido. Los magistrados, sin embargo, no podían
hacer nada. Rabia amanecido el domingo , y las
campanas de las iglesias tocaban ya á las pleg·arias
de la mañana, y aun duraban los fue g·os y la multi–
tud no se había dispersado. Publicóse inmediatamen–
te un edicto contra los alborotadores. Muchos ele ellos,
jóvenes aprendices en su mayor parte, fueron redu–
cidos á prisión; pero el Jurado de Middlesex rechazó
los cargos
formulad.osen el proceso. Los magistra–
dos,
ent.relos cuales se contaban muchos católicos,
reclamaron ante el gran Jurado , y lo enviaron á de–
liberar tres ó cuátro veces; mas tollo fué inútil (1).
LI.
ESTADO DE LA OPINIÓN PÚBLIOA EN ESTE TIEMPO.
En tanto, las alegTes nuevas llegaban · á todas las
partes del reino, siendo recibidas por do quiera con las
mayores muestras de contento. Gloucester, Bedford
y Lichfield fi guraban entre las que más se distingulan
por su celo; pero Bristol y orwich, que eran las que
más se acercaban á Londres en población y riqueza,
fue~·on
también las que más se le acercaron por el en–
tusiasmo desplegado con tan fausto motivo.
La persecución de los Obispos es un acontecimien–
to único en nuestra historia. Fué la primera y última
vez que se vieron unidos en perfecta armonla dos
(1)
Memorias de Reresby;
Cítters, julio 3 (Hl), 1688; Adda, julio
6 .(16); Barillon, julio 2 (12); Luttrell,
Diario; Car ta noticiera
de
4 de julio; Oldmixon, '139; Ellis,
Correspondencia.•