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LOR.D MACAULAY.

Muchas personas

pi~dosas

lamentaban en años pos–

teriores la breve duración de este período, que des–

cribían como una breve reaparición de la edad de

oro entre dos edades de ,hierro. Tales lamentaciones,

aunque muy naturales, no tenían razón de ser. La

coalición de 1688 fué producida tau sólo, y no podía

ser de otra manera, por una tlranía que rayaba en

locura y por el pelig ro que amenazó á un tiempo to–

das las g randes instituciones del país. Si después acá

no se ba visto nunca unión semejante, la razón es

que tampoco ha habido nunca tau mal gobierno como

entonces. ro debo olvidarse que, si bien la concordia

es en sí misma mejor que la discordia, ésta puede in–

dicar mejor estado de cosas que la concordia. La ca–

lamidad y el peligro con frecue.qcia obliganá los hom–

bres á la unión. La prosperidad y la seguridad los

muevei:i con frecuencia á separarse.

ciones de documentos para la historia de Inglate'rra, impresas

á

fi nes de 1688 y principios de 16 9. Se escribió el 26 de julio cuando

aun no babia tl'ascurrido un mes desde la terminación del proce–

so. Por este mismo tiempo, Lloyd de Saint Asapt jecia

á

Enrique

Wharton que los Obispos se proponían adoptar una política ente–

ramente nueva, para con los protestant€s disidentes. ·Omni modo

curaturos; ut Ecclesia sordibus et corruptelis penitus exueretur;

ut sectariis reformatis reditus in J!:cclesioo sinum exoptati occasio

ac r9.tio concederetur, si qui sobrii et pii essent; ut pertinacibus

interim jugum levaretur, extinctis pe nitus legibus mulctatoriis.•

Excerpta

e.-v

\Tita 11. Wharton.