REVOLUCIÓN DE INGLA1'ERRA.
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mente,
á
la idea de servi lismo
y
degradación,
y
la au-
. toridad monárquica con la libertad
y
el poderío.
1
un–
ca habían imag·inado que podría llegar una época en
que un rey, un Estuardo, persegui ría al clero máS
leal
y
á
la más leal nobleza, con mayor animosidad
que el
Rmnp
ó el Protector. Y aquel tiempo , sin em–
bargo, había ll egado. Era llegada la ocasión de ver
cómo la paciencia que los anglicanos der.laran haber
aprendido en los escritos de 8an Pablo, les ayudaría
á
sóportar una per ecución en modo alguno tan cruel
y
severa como la de Nerón. El res ultado fué tal como
lo hubiera anunciado todo el que tuviese algún co–
,nocimiento de Ja rnituraleza humana. La opre ión
hizo en 'Oguida Jo que la filosofía
y
Ja elocuencia no
hubi eran podido hacer.
El
sistema do Filmer podía
haber obrevivido
á
Jos ataques el e Locke; pe1·0 nunca
e repuso del golpe mo rtal que le a e tó Jacobo.
Aquella lóg·ica, declarada iucontestable mientras
habla e ·tacto en u o probar que presbiterianos
é
in–
dependientes debían sufrir resignados la confisca–
ción
y
el enci 1-ro, pareció tener muy poca fuerza,
-cuando se trató d saber si los Obi pos de la Ig·lesia
nacional podrian ser rcduciuos
á
pri-ión
y
confisca–
das la
rentas de Jo
colegios ang li canos. Habíase
repetido con frecuencia desde los púlpitos de todas
las catedrales, que el principio apostólico que or–
denaba la obediencia
á
los magistrados civiles era
.ab oluto
y
univer al,
y
que ra impía presunción en
l hombre, limitar un precepto que había sido pro–
mulgado
in limitación algµna en las palabras de
Dio
.
Actualmente, sin embargo, los teólog·os cuya
agacidad fuera aguzada por el
iumin e 1~ te
peligro en
que e veían ele ser arrojado de su benefici os
y
pre·
beodas para dejar el
itio
á
los pa¡ii ta , de. cubrieron
defecto
n el razonamiento que antes les pareciera