REVOLUCIÓN DE l 'GLATERRA.
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tados del mismq modo. Si al antiguo pueblo de Dios
se' había ordenado algunas veces matar ó ligarse por
j uramento!' , también se les había ordenado la re.sis–
tencia á Prín ci pes malvados. Si los prim eros Padres
de la Iglesia hab ían usado en ocasiones un leng·uaj e
que parecía indicar su oposición á la resistencia, tam–
bién á veces habían usado lenguaje que parecía con–
trario á todo linaj e de g·uerras ó juramentos. En ver–
dad la d.octrina de la obediencia pasiva, como se en–
señaba on Oxford en el rei nado
~
Carlos U, sólo
puede deducirse de la ·Biblia, por un sistema de in–
terpretación que nos conduciría irresistiblemente
a
la conclusiones de Barclay
y
Penn.
o ólo con argumentos sacados de la . letra de la
Escritura habían tratado los teólogos anglicanos, en
los años que inmediatamente siguieron á la Restau–
ración, de probar su principio favorito. Habían inten–
tado demo, trar, que aun cuando la revelación nada
dijese del asunto, la razón hubiera bastfido á enseñar
á los discretos la locura y perversidad de toda resis–
tencia al gobierno establecido. Admitíase. universal–
men te que tal resistencia, excepto en casos extremos,
era injustificable. ¿Y quién se atrevería
á
trazar la
linea divisoria entre los casos extr13mos y los ordina–
rios'? ¡,Había alg·ún Gobiemo en el mundo donde no
hubiese descontentos y hombres de partido que dirían,
tal vez sinceramente, que sus ofensas constituían un
caso extremo? Si, en realidad, fuera posible establecer
una regla clara y precisa, que prohibiese
á
los hom–
bres rebelarse contra Trajano y al mismo tiempo les
dejase en libertad de rebelarse contra Calígula, tal re–
gfa
ería altamente beneficiosa. Pero ni la había ha–
bido nunca, ni jamás sería posible establecerla. Decir
que la rebelión era legal en algunas circunstaucias,
in definir puntualmente cuáles fueran éstas, era