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,~EVOLUCIÓN

DE INGJ,A'rERRA.

161

La persecución de los Obispos

y

el nacimiento del

Príncipe de Gales habían producido una gran revolu–

ción eu los sentimientos ele muchos tories. En el mis–

mo momento que su Igl e ia sufría el último exceso

de vejación

é

insulto, veíanse obligados á renunciará

la esperanza de. pacífica lib ración. Hasta aqní se ha–

bían lisonjeado ele que la prueba á que

~ u

lealtad es–

taba suj eta, aunque severa, sólo ería temporal, y que

en breve obtendrían reparació n á

us ofensas, sin

violar la regla ordinaria de sucesión . Bien diferente

·era la perspectiva que tenían ahora ante sus ojos. En

cuanto podía alcanzar su previsión, sólo vei::.n un

gobierno semej ante al de los últimos tres años,

y

cuy a

duraci ón serí a de si g loti e nteros. La cuna del pre–

sunto heredero d

Ja Corona estaba rodeada de je–

suitas, Jos cual es estudiadamente dcstil arian en su

mente infantil, odio mortal contra aquella Iglesia

cuyo jefe debía ser un día; y este sentimiento sería

el principio capitii l de su vida, y á u muert sería.

trasmitido por él

á.

·SU

posteri darl. Esta seri e de cala –

midades no tP.nia fin. Duraría más

qu~

la vida de la

generación más j óven , extenderlase más all á del si–

glo xvm. Nadi e podia decir cu ántas ge uerac_ion es de

protestantes ing leses tendrían que sufrir opresión tal'

que aun al juzg arla de corta duraci ón, babia parecido

casi insoportabl e.

¿

1

o hnbla, pues, remedio'? Un reme–

dio quedaba, pronto, radi cal y decis ivo, remedio que

los wbigs habían estado siempre prontos á emplear,

pero que en todos los casos hablan mi rado los to!'íes

como iiegal.

Los mas ilustres doctores ang·licanos de aquella

época h abían sostenido que ni Ja infracción de la

ley ó de los contratos, n i los mayores excesos de

crueldad, rapacidr.d ó li cencia, cometidos por un r ey

legitimo, podí an justificar en·su pueblo la res istencia

TOMO IV.

]

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