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REVOLUC~ÓN

DE INGLATERRA.

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tratados

y

casi deshechos. En tan desventajosas con.

diciones, el hombre adocenado, pero ganoso de adqui–

rir conocimientos, nada era posible que hiciese,

y

el

que s'e apartaba de lo vulgar, luego se tornaba rús–

tico

y

esterilizaba lo aprendido por no tener ocasión

.de cultivarlo.

No diré con esto que careciese la Iglesia de Inglate–

rra entonces de ministros de mucha ciencia

y

saber;

sino que no se hallaban en las poblaciones rurales,

y

sí sólo en aquellos puntos importantes en que babia

grandes medios de adquirir conocimientos

y

muchas

-Ocasiones de lucirlos (l). En esos puntos no era ex–

traño encontrar ministros capaces por sus cualidades,

.su elocuencia, su profundo conocimiento de la litera–

tura, de la ciencia

y

de la vida de luchar victoriosa–

mente por su Iglesia contra herejes

y

escépticos, de

.atraerse la voluntad de auditorios frívolos, de guiar

ias deliberaciones parlamentarias,

y

de hacer respetar

1a

religión basta en la corte más disoluta. Porque,

mientras se hallaban estos profundamente versados

en las controversias bíblicas, sondaban aquellos los

abismos de la metafísica sagrada,

y

esotros inundaban

de luz los lugares más oscuros de la historia eclesiás–

tica;

y

si los unos eran peritlsimos en la esgrima de la

iógica, los otros cultivaban la elocuencia con tanto

empeño

y

éxito tan feliz que sus discursos podían

brillar entre los modelos del bien decir. Estos hombres

eminentes abundaban

y

tenian su asiento natural en

las Universidades, en las grandes catedrales ó en la

metrópoli. Barrow murió por entonces en Cambridge;

Pearson salió de allí para ir á sentarse en el banco de

,(1) Llama mucho la atención de Eachard esta diferencia entre

~l

clero del campo

y

~l

de.las ciudades,

y

acontecerá lo propio á

.cuantos estudien la historia eclesiástica de la époco.