68
LORD l\U.CAULAY.
ende hasta la esperanza de hacer buena presa en el
mayordomo ó en el mozo de comedor, era siempre un
recurso el capellán en las casas ele los Grandes (1).
Por regla general, el sacerdote que dejaba de ser
capellán de casa particular para tomar un beneficio
y
esposa con él, presto comprendla que no mejoTaba de
suerte, sino que trocaba una clase de tormentos por
otros, pues no babia en Inglaterra un curato por cada
cincuenta que permitiese á su titular mantener sus
obligaciones de una manera decorosa y conveniente;
como que á medida que se multiplicaban los hijos y
crecian, se tornaba más misero el hogar del ministro
y se hacian más grandes los agujeros de Ja techum–
bre de cáñamo de su cabaña y los de su sotana;
y
las más de las veces, sólo á fuerza de cultivar la tierra,
de engordar cerdos ó de acarrear estiércol, conseguia
ganar el pan de cada día; trabajo que no era eficaz,
empero, á impedir que acaso invadieran su pobre vi–
vienda el escribano y el alguacil para embargarle ·
hasta la
Biblia
y
los arreos de escribir. Y era tan
mí–
sera y triste su existencia, que cuando lograba entrar
en la cocina de un magnate
y
que sus criados lo re–
galasen con cerveza y fiambres, aquel día era dé mu–
cha ventura para él, memorable para sus hijos
y
dig·no de ser inscrito en las efemérides de la familia.
por uno de los más felices. Su prole se criaba como
la del último labriego: los hijos araban
y
las bijas ser–
vían de criadas: estudiar no podia, porque
apen~s
si
le hubiera producido la venta de su beneficio oon qué
comprar una colección de libros apropiados á su ca–
rrera, debiendo esti'marse por muy dichoso cuando en
la cornisa de la campana del hogar, entre las ollas
y
los peroles, guardaba una docena de volúmenes mal-
(1) Sivift's
Dfrections to
•ervatit1.