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LORD l\U.CAULAY.

ende hasta la esperanza de hacer buena presa en el

mayordomo ó en el mozo de comedor, era siempre un

recurso el capellán en las casas ele los Grandes (1).

Por regla general, el sacerdote que dejaba de ser

capellán de casa particular para tomar un beneficio

y

esposa con él, presto comprendla que no mejoTaba de

suerte, sino que trocaba una clase de tormentos por

otros, pues no babia en Inglaterra un curato por cada

cincuenta que permitiese á su titular mantener sus

obligaciones de una manera decorosa y conveniente;

como que á medida que se multiplicaban los hijos y

crecian, se tornaba más misero el hogar del ministro

y se hacian más grandes los agujeros de Ja techum–

bre de cáñamo de su cabaña y los de su sotana;

y

las más de las veces, sólo á fuerza de cultivar la tierra,

de engordar cerdos ó de acarrear estiércol, conseguia

ganar el pan de cada día; trabajo que no era eficaz,

empero, á impedir que acaso invadieran su pobre vi–

vienda el escribano y el alguacil para embargarle ·

hasta la

Biblia

y

los arreos de escribir. Y era tan

mí–

sera y triste su existencia, que cuando lograba entrar

en la cocina de un magnate

y

que sus criados lo re–

galasen con cerveza y fiambres, aquel día era dé mu–

cha ventura para él, memorable para sus hijos

y

dig·no de ser inscrito en las efemérides de la familia.

por uno de los más felices. Su prole se criaba como

la del último labriego: los hijos araban

y

las bijas ser–

vían de criadas: estudiar no podia, porque

apen~s

si

le hubiera producido la venta de su beneficio oon qué

comprar una colección de libros apropiados á su ca–

rrera, debiendo esti'marse por muy dichoso cuando en

la cornisa de la campana del hogar, entre las ollas

y

los peroles, guardaba una docena de volúmenes mal-

(1) Sivift's

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