REVOLUCIÓN .DE INGLATERRA.
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diar del reinado de Enrique VIII ninguna carrera de
más atractivo para los ambiciosos que la eclesiástica.
Pero en. aquel punto, por obra de una revolución por
todo extremo violenta y trascendental, y con la supre–
sión de los mona terios quedó privada la Ig lesia ·de la
mayor
y
mejor parte de su patrimonio, y por ende
también de su predominio en la alta Cámam, no vol–
viendo á verse más entre los pares del reino, ni en po-
esión de renta iguales á las del magnate opulento,
á
ciertos abades como los de Glastonbury ó de Rea–
ding; quedando desvanecido el esplendor casi regio
de un Guillermo de Wykehans y de un Guillermo de
Waynflete, y desapareciendo de la escena el capelo y
la cruz de plata de los legados. Antes, por el solo he -
cho de que supiera un hombre leer, entendían todo ,
que habi<L de ser necesariamente de la Igl
ia; pero
en una época que producía seglare
tales como Gui–
llermo Cécil,
icolás Bacon, Rogelio Ascham, Tomá
Smith, Gualterio Mildmay y Francisco Walsingham,
no se hacía necesario privar las diócesis de sus prela–
dos para que ncg·ociascn con el extranjero, dirigiesen
los negocio de Hacienda y administrasen la justicia;
por cuya causa perdió el clero el predominio y la in–
.fluencia que es recompensa natural del saber, cesando
de ser el carácter episcopal condición indispensabl e
para obtener cargos civiles de importancia, y comen–
z,ando á parecer desde aquel punto impropio
á
mere–
cerlos
y
á
conseguirlos. Y como por otra parte cesaron
!os móviles mi.:ndanos que antes habían impulsado á
tantos jóvenes de reconocido mél'ito, ambiciosos
y
de
ramilla ilustre á tomar el hábito eclesiá tico, ni había
ya una parroquia por cada doscientas que pudio e
ocurrirá las necesidades del rango de un noble, siendo
acaso los oficios más elevados los más mezquinamente
fetribuídos, sobre todo comparándolos con la manera
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