REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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veces se hallan juntos, es á saber, del plebeyo y del
patricio: de aquél, por su ignorancia, su groseria, sus
gusto' vulgares y su lenguaje inculto y soez; de éste,
por las virtudes y los vicios que son generalmente
propios y que adquieren gran desarrollo en
l~s
per–
sonas nacidas y criadas en elevado rango S'.lcial,
y
que tienen hábitos de autoiidad, de circunspección y
de respeto
á
sí mismos . Podrá parecer dificil á nuestros
contemporáneos, que han contraido la costumbre de
hallar siempre asociado el espiritu caballeresco á los
estudios liberales
y
á
las buenas maneras, el darse
cuenta de aquellos hombres que con la traza, el voca–
bulario y el acento propios de los mozos de cuadra,
eran puntillosos en materia de genealogía y de pre–
cedencia, y estaban siempre dispuestos á perder la
vida por la honra de su casa y de su apellido; pero es
lo cierto que sólo asociando por tal modo cosas que
nuestra manera de ser presente rara vezó nunca nos
muestra unidas, podremos form::¡,rnos una idea exac··
ta de aquella nobleza rústica que constituy9 la fuerza
principal de los ejércitos de Carlos I y que defendió
largo espacio de tiempo con singular fidelidad la cau–
sa de sus descendientes.
Estos caballeros del campo, rústicos, sin educación,
forzosamente sedentarios, eran por lo general
toríes;
pero, aunque unidos con estrecho vinculo á la monar–
quia hereditaria, no se mostraban benévolos hacia los
cortesanos y los Ministros: pensaban, no sin razón,
que vVhitehall estaba lleno de las gentes más co·
rrompidas del género humano; que de las cantidades
votadas por el Parlamento para la Corona desde la
Restauración habian aprovechado no poco los especu–
ladores políticos, los bufones y las cortesanas venidas
del extranjero, y se indig·naban sus altivos corazones
ingleses con la idea de que los g·obernantes de su